lunes, 31 de marzo de 2014

Mito 4 del envejecimiento

 Las personas de edad son frágiles

Las personas de edad en su gran mayoría siguenestando en buenas condiciones físicas hasta bien entradas en la vejez. Además de poder realizar las tareas de la vida
diaria, siguen desempeñando un papel activo en la vida comunitaria. El mantenimiento del máximo de capacidad funcional es tan importante para las personas de edad como el verse libres de enfermedades.

Estilo de vida y envejecimiento
La capacidad de nuestros sistemas biológicos (por ejemplo fuerza muscular, capacidad cardíaca) aumenta durante los primeros años de vida, alcanza su punto máximo al principio de la edad adulta y de allí en adelante disminuye. Sin embargo, la velocidad de esa disminución depende en gran medida de factores externos relacionados con el modo de vida en la edad adulta, incluidos el tabaquismo, el consumo de alcohol, el régimen alimentario y la clase social.
Por ejemplo, la disminución natural de la función cardíaca puede verse acelerada por el hábito de fumar, con lo cual la persona termina teniendo una capacidad funcional menor que la que sería dable esperar normalmente para su edad. La pendiente de dicha disminución puede llegar a hacerse tan empinada como para desembocar en la discapacidad.
Sin embargo, la aceleración de la disminución provocada por factores externos puede revertirse a cualquier edad. Por ejemplo, el abandono del hábito de fumar y los pequeños aumentos del nivel de aptitud física reducen el riesgo de cardiopatía coronaria, incluso en las postrimerías de la vida. Para los discapacitados, las mejoras en la rehabilitación y las adaptaciones del entorno físico pueden ayudar a reducir el avance de la discapacidad.
Muchas enfermedades crónicas que reducen la capacidad funcional son el resultado de un modo de vida poco saludable. Según el "Informe sobre la Carga Global de Morbilidad" de 1996, el consumo de alcohol es la causa principal de discapacidad masculina en los países industrializados, y la cuarta causa en los hombres de los en desarrollo. En el informe se señala asimismo que las enfermedades no transmisibles, que se pueden prevenir en gran medida, incluidas las enfermedades cardiovasculares y los cánceres, son una causa importante de discapacidad tanto en los países industrializados como en los que están en desarrollo. Como muchos de estos últimos siguen teniendo que enfrentarse a las enfermedades infecciosas y la
malnutrición, este aumento pronunciado de las enfermedades no transmisibles les impone una carga doble.
Los factores sociales, que por lo general una persona puede hacer poco para cambiar, también afectan la capacidad funcional. La educación deficiente, la pobreza y las malas condiciones de vida y de trabajo aumentan las probabilidades de ver reducida la capacidad funcional en las postrimerías de la vida. En algunos países, las personas con capacidad funcional deficiente tienen más probabilidades de verse recluidas en instituciones.
Entre las medidas a nivel de políticas de salud para mantener un nivel máximo de salud y actividad en las postrimerías de la vida cabe mencionar las siguientes:
-  promoción de los beneficios de los modos de vida sanos
-  legislación sobre venta y publicidad de alcohol y tabaco
-  garantizar el acceso a los servicios de atención de salud y de rehabilitación para las personas de edad
-  adaptación de los entornos físicos a las discapacidades existentes.

Necesitan atención
La gran mayoría de las personas siguen estando en condiciones de salud adecuadas
teniendo capacidad para cuidarse en las etapas posteriores de la vida. El grupo que se vuelve tan discapacitado como para requerir atención y asistencia diarias para las actividades cotidianas constituye una minoría dentro del grupo de las personas de edad, tratándose por lo general de los muy ancianos.
Se han definido distintas medidas para pronosticar las necesidades de atención de una población que envejece. Una de las proyecciones más utilizadas es la de estimar la esperanza de vida sin discapacidades. De los resultados más recientes para los países desarrollados se desprende que el nivel de discapacidades graves está bajando en el grupo de las personas de edad, a razón anual de 1,5%.
Cerca de la quinta parte de las personas de edad de los países desarrollados recibe
actualmente atención formal, es decir, servicios médicos o sociales. Tan sólo la tercera parte de dicha atención se brinda en instituciones, mientras que los otros dos tercios se proporcionan en el hogar. De hecho, en los últimos años muchos países desarrollados han ido dejando de lado el suministro de atención en instituciones, en favor de un cuidado que les permita a las personas de edad permanecer en el seno de la comunidad, en su propio hogar, el mayor tiempo posible.
Las personas de edad son tanto receptoras como proveedoras de atención. Además de cuidar a sus nietos y a sus hijos, muchas atienden también a otros miembros de su familia, especialmente a sus cónyuges y, a veces, incluso a sus propios padres. A menudo, dicha atención se proporciona por cariño, pero también por un sentido de obligación y sin expectativa de reciprocidad. Las exigencias que supone el suministro de esa atención pueden llegar a ser estresantes, cuando no perjudiciales para la salud de quien la proporciona. El reconocimiento del estrés de quien proporciona la asistencia o de la persona que brinda asistencia informal en la familia, que casi siempre es una mujer, deben ser un objetivo importante a nivel de políticas en la

formulación de estrategias de suministro de atención.

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