lunes, 20 de enero de 2014

La jubilación

La esperanza de vida de la población española es cada vez más alta y, lo que también es muy importante, las personas llegan a esa edad en un estado de salud mental y física cada vez mejor. Esta realidad demográfica pone de manifiesto el progreso de la sociedad española, puesto que está originada por factores positivos como el incremento de la calidad de la sanidad, la mejora de los hábitos de consumo y el aumento del nivel socioeconómico y cultural. Sin embargo, también se produce una situación paradójica: cada vez hay más personas mayores pero no se eleva su nivel de representación y participación en la sociedad. Esta situación se agrava en el momento en el que se inicia la jubilación y se entra en la fase “no productiva” de la vida.

La etapa de la jubilación plantea interesantes desafíos a las personas que, entre otras cosas, han de aprender a ocupar el mucho tiempo libre del que disponen de forma satisfactoria y significativa. Modifica nuestra estructura de funciones, nuestros hábitos, la organización de nuestra vida diaria y repercute intensamente sobre nuestro sentido de eficacia y de competencia personales (Galvanovskis y Villar, 2000).

La jubilación es, tanto un estado al que se llega y que obliga a asumir un nuevo rol, como un proceso que comienza durante la misma vida laboral y que debería planificarse con tiempo para organizar muchos años de nuestra vida.
Atchley en los años setenta, sugiere que el ajuste al proceso de jubilación varía a lo largo del tiempo. Al principio, en la fase de prejubilación, la persona se plantearía expectativas sobre cómo será su jubilación y planea objetivos más o menos alcanzables; después vendría una fase de luna de miel en la que se intenta hacer todo lo que se deseó y no se pudo cuando se trabajaba, o se intenta descansar, disminuyendo cualquier tipo de actividad; algunas personas que no son capaces de encontrar actividades satisfactorias pasarían por una fase de desencanto al no cumplirse sus expectativas. Posteriormente, habría una fase de reorientación en la que se empiezan a formar expectativas más realistas sobre la jubilación hasta que se consigue un ajuste entre las percepciones y la realidad, con lo que se llegaría a una fase de estabilización.
Teniendo en cuenta que la formulación de Atchley se hizo en un modelo de sociedad sustancialmente distinta a la nuestra y que no tiene en cuenta los nuevos patrones vitales de actividad-no actividad, hoy se acepta ampliamente que no todas las personas pasan por las mismas etapas ni necesariamente en el mismo orden.

LOS DETERMINANTES (VARIABLES) DE LA JUBILACIÓN

Según Reitzes y Mutran (2004), son muchos los factores que pueden condicionar este importante cambio en el ciclo vital. El tipo de trabajo que se ha realizado, el nivel de ingresos, la situación de salud en la que se esté, junto con otros factores psicológicos, físicos o sociales influyen la vivencia de la jubilación.

Las actitudes más comunes hacia la jubilación son cinco: Rechazo, aceptación, liberación, oportunidad y ambivalencia.

La actitud de rechazo hacia la jubilación hace que se niegue ésta, quizás por haber desarrollado o sobrevalorado su faceta laboral. La vida como persona jubilada se percibe vacía de sentido, sin la posibilidad de mantener el estatus y/o el nivel de vida previo.
Cuando la persona jubilada acepta la jubilación, está tomando una actitud conformista y resignada. Acepta la jubilación como algo inevitable, como una etapa más a la que debe enfrentarse.
La persona mayor puede considerar la jubilación como una liberación y pensar que es un premio al trabajo realizado. Pero este tipo de actitud tiene el riesgo de provocar aburrimiento y apatía por la falta de expectativas, proyectos y actividades con las que llenar el tiempo que antes se dedicaba al trabajo.
Percibir la jubilación como una oportunidad significa que la persona desea jubilarse. Con la jubilación viene la posibilidad de poner en marcha proyectos y actividades que hasta entonces no se han podido realizar por estar trabajando: voluntariado, ocio, relaciones sociales, viajar, etc. Es la jubilación vista en su sentido más positivo porque permite iniciar nuevas actividades, en muchos casos más enriquecedoras que el trabajo que se ha abandonado.
Por último, la persona puede tomar una actitud ambivalente respecto a la jubilación, es decir, mantener conjuntamente varias de las actitudes anteriores.
Por otro lado, la valoración de los discursos personales hacia la jubilación es compleja dado que en una misma persona se han encontrado discursos en diferentes sentidos dependiendo de distintos aspectos.

OTROS FACTORES PSICOSOCIALES

El estado de salud influye en cómo se vive la jubilación porque puede, por una parte, adelantar o retrasar el retiro laboral y, por otra, favorecer o limitar la realización de actividades y la cantidad de contactos sociales (Iglesias, 2001).
Para muchas personas, dejar la actividad laboral favorece una mejora en su estado de salud, sobre todo en trabajos que exigían gran desgaste físico; para ellos, la jubilación suele suponer una liberación de las actividades profesionales y un aumento en su calidad de vida.
Se ha propuesto que las personas que puntúan alto en Neuroticismo tienden a experimentar más emociones negativas y comportamientos no ajustados en las situaciones de la vida diaria, incluyendo la jubilación, y que las personas muy extravertidas permanecen activas y comprometidas socialmente tras su jubilación.
Personas con niveles altos de autoeficacia creen en sus conocimientos y en sus habilidades para manejar efectivamente el proceso de jubilación; son más activas planificando cuál sería el mejor modo de adaptarse a este nuevo cambio. Esta relación es bidireccional, o sea, no sólo la autoeficacia lleva a la persona a planificar su jubilación, sino que también el hecho de planificar puede aumentar la confianza para afrontar esta nueva situación.
El locus de control, concretamente el locus de control interno (creencia de la propia persona en su capacidad para controlar los sucesos vitales), lleva a expectativas más positivas respecto a la jubilación, basadas en la capacidad para controlar las consecuencias asociadas a ella. Este tipo de control se ha vinculado a elevados niveles de autoestima y menor estrés ante los cambios, mayor satisfacción vital y mejor funcionamiento psicológico (Ross y Dentrea, 1998).
Una de las variables sociales que más influye en la jubilación es el apoyo social. En general, la presencia de apoyo social percibido por parte de las personas relevantes (familia, amigos, compañeros, etc.), conlleva una mejor adaptación a la jubilación. Como ya sabemos, la persona jubilada suele pasar por una fase de reorientación donde tiene que construir un nuevo sentido de identidad; para ello, contar con apoyo de compañeros, familiares y amigos es fundamental puesto que facilita este proceso.
En un sentido similar, el estado civil condiciona de forma significativa la vivencia de la jubilación. La situación que proporciona estar casado constituye un apoyo muy importante en la transición a la jubilación y en toda la etapa en sí misma. La mayoría de las personas casadas se ajusta mejor a este proceso y muestra mayor satisfacción posterior.
El nivel educativo y los ingresos económicos se consideran también factores sociodemográficos importantes en el ajuste a la jubilación. Por lo general, cuanto más alto es el nivel educativo, mejor suele ser la adaptación a la jubilación ya que suele planificarse antes y mejor el paso a esta nueva situación. Ingresos inadecuados y problemas financieros se asocian con insatisfacción y mal ajuste; por el contrario, disponer de recursos económicos adecuados, junto con apoyo social importante, buen estado de salud, etc., predisponen a afrontar este proceso vital de modo satisfactorio. Además, las percepciones de las personas que se van a jubilar sobre su posición económica, una vez jubiladas, y las preocupaciones respecto a su futuro nivel de vida, son claves en el ajuste y en la decisión de jubilarse.
Muy unida al nivel de ingresos está la categoría y los factores laborales de la persona jubilada. La pérdida del rol de trabajador es más problemática para aquellos jubilados que estaban en puestos de poco prestigio que para los que ocupaban puestos de reconocimiento personal y profesional. Estos últimos una vez jubilados mantienen mayor contacto con grupos profesionales, se implican más en trabajos a tiempo parcial, etc., lo que hace aumentar sus niveles de satisfacción vital.
Asimismo, los factores laborales, como el estrés o la falta de promoción, influyen en la decisión de jubilarse. Si los trabajos tienen características no muy agradables, los trabajadores suelen estar más dispuestos a tomar la decisión de jubilarse.
En cuanto al género, para las mujeres mayores la jubilación no implica un cambio tan brusco como para los hombres porque para ellas no suele suponer un cese en la actividad productiva, sino un cambio del tipo de actividades (desempeño en exclusiva de tareas domésticas). En este sentido, diversos estudios (p. ej., Kim y Moen, 2002) han sugerido que la menor satisfacción de la mujer tras la jubilación se debe a su peor salud y a un menor nivel de ingresos económicos. Tal como apuntan Madrid y Garcés (2000), la discontinuidad en sus trabajos a causa de las responsabilidades familiares las hace estar en desventaja para obtener una pensión.
En el siguiente artículo mostraremos que es lo que podemos hacer para mejorar nuestra calidad de vida durante esta interesante etapa.

Autor: Rubén Riveiro Feteira.
Licenciado en Psicología
http://saberalternativo.es

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